Disfunción Eréctil y Enfermedad Cardiovascular

La disfunción eréctil o impotencia es una condición definida por “la incapacidad consistente o recurrente de obtener y/o mantener una erección peneana suficiente para una relación sexual satisfactoria” (Consenso de los Institutos Nacionales de Salud de USA). La disfunción eréctil está asociada con efectos adversos en la calidad de vida y, en particular, con el bienestar personal y las interrelaciones familiares y sociales; además, durante mucho tiempo se ha subestimado la contribución de la disfunción eréctil a otras afecciones crónicas de la salud como la depresión.

Anteriormente se consideraba que la mayoría de las causas de la disfunción eréctil eran de origen psicógeno, pero la evidencia actual sugiere que el 80% de los casos tienen una causa orgánica, aunque es común que existan ambas etiologías. La disfunción eréctil orgánica, que en un porcentaje muy alto de los casos es vasculogénica o debida a alteraciones en los vasos sanguíneos, es el resultado de la alteración de la vasodilatación tanto dependiente como independiente del endotelio, de la oclusión de las arterias peneanas (por ejemplo debido a la aterosclerosis), o por una combinación de ambos factores. Además, el pequeño diámetro de dichas arterias y la elevada proporción de músculo liso y endotelio por volumen de tejido comparado con otros órganos, sugiere que el desarrollo de la disfunción eréctil en el varón es un indicador de enfermedad vascular sistémica (Montorsi et al., 2003; Billups et al., 2005). En última instancia, la disfunción eréctil puede considerarse como un proceso en el que la insuficiencia arterial está seguida de una incapacidad para la tumescencia debido a un llenado defectuoso de los sinusoides cavernosos y a una alteración en el mecanismo venooclusivo, aunque alteraciones iniciales en el cuerpo cavernoso y en el drenaje venoso primario también pueden constituir causas de disfunción eréctil.

Diversos estudios epidemiológicos sugieren una correlación importante entre la disfunción eréctil y la edad, y entre disfunción eréctil y enfermedad vascular periférica. La prevalencia y severidad de la disfunción eréctil se incrementa con la edad. En un estudio inicial realizado en 1290 varones de raza caucásica con edades comprendidas entre los 40 y 70 años, Feldman y col. (1994) encontraron que un 52% de la población padecía disfunción eréctil. Datos proporcionados por la National Health and Social Life Survery, de un estudio que incluía 1410 varones, indicaron que aproximadamente el 16% de los varones menores de 40 años padecía disfunción eréctil. Así, estos estudios revelaron que la edad es el factor de riesgo más importante asociado a la disfunción eréctil, aunque la fisiopatología de la disfunción eréctil es multifactorial e incluye numerosas causas como son las vasculares, nerviosas, hormonales, iatrogénicas y psicógenas, lo que sugiere que la edad actúa como factor de riesgo independiente. Numerosos estudios clínicos han demostrado que la disfunción eréctil posee una prevalencia elevada en varones con factores de riesgo vascular. La hipertensión, la dislipidemia, la diabetes, la obesidad y el sedentarismo junto con otros factores de riesgo como el tabaquismo también se encuentran fuertemente relacionados con la disfunción eréctil. Todo ello hace que la disfunción eréctil sea considerada como una verdadera enfermedad cardiovascular y en definitiva como un centinela de enfermedad vascular subclínica.

Fuente:
FUNCIÓN DEL CALCIO EN LA REGULACIÓN VASCULAR PENEANA Y SU IMPLICACIÓN EN LA VASCULOPATÍA DIABÉTICA 
Memoria Para Optar Al Grado De Doctor

Presentada por: Nuria Villalba Isabel

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